El poder de transformación en nuestras manos.

Cuando ya es evidente que un virus puede dar la vuelta al mundo hasta ponerlo del revés y podemos afirmar con certeza que la realidad supera la ficción, seguimos queriendo volver a una normalidad desigual en la que, disfrazadas de tolerancia y globalización, se esconden la influencia ideológica, la sociedad de la desinformación y la deshumanización.
No deberíamos querer volver a esa normalidad que añoramos y que nos ha conducido hasta aquí. Debemos cambiar, porqué el mundo nos lo pide.
Las bibliotecas públicas somos capaces, si nos lo proponemos, de erigirnos ahora también como motores de cambio, porqué de hecho siempre lo hemos sido. En algunos momentos salvaguardando libros prohibidos, y en este momento, en el que nada parece estar prohibido, deberíamos ser verdaderos centros de recursos para deshacer los verdaderos vetos a la información.
¿Quién no se había cuestionado el papel de las bibliotecas en la sociedad virtual? No hace tanto estábamos condenadas a la desaparición. ¿Quién nos iba a decir que una pandemia mundial serviría para despertar nuestra motivación?
Tender una mano a los más vulnerables, ser puentes, transformar la injusticia social, i responder así al reto de la transformación que el propio mundo nos ha impuesto es nuestra razón de ser.
Somos centros de recursos, informativos, educativos, tecnológicos. Nadie lo duda. Pero de nada sirve la tecnología, y esta es una lección aprendida con la pandemia, si no es accesible a todo el mundo. De nada sirve tener recursos informativos, colecciones espléndidas, servicios impecables, actividades mágicas, si no podemos llegar a las personas. A todas las personas.
Y de aquí la importancia de la labor de los profesionales que trabajamos en las bibliotecas públicas. Ahora que las bibliotecas escolares están más lejos si cabe de ser la realidad que nunca fueron, las públicas tenemos una función educativa y transformadora que no podemos obviar.
Sólo las personas somos capaces de ayudar a las personas. Luego están los instrumentos y los recursos económicos que nos permitirán obtener la tecnología y la infraestructura necesaria para llegar al mundo. Pero ante todas las brechas, la primera que debemos atender es sin duda, la brecha social, que ahora es mas evidente que nunca.
Fueron muchas llamadas telefónicas en tiempo de confinamiento, muchos los correos escritos, muchas las reuniones virtuales, muchos los mensajes enviados, pero todos sabemos que, a pesar de nuestra formación y nuestra motivación, no estábamos todos. Debemos ser honestos.
Porque en las bibliotecas públicas lo importante no son los libros sino las personas que ayudan a leerlos, lo importante no son las nuevas tecnologías sino las personas que nos enseñan a usarlas, lo importante no es la buena literatura sino las personas que nos la prescriben, lo importante no es tener toda la información, sino la persona que nos sabe dar la información necesaria.
Conocemos a la sociedad a la que servimos, a los que viven solos, a los que leen novela negra y rosa y verde, a los que han sido padres, a los que atraviesan un duelo, a los que acaban de llegar, a los que les cuesta leer, a los que lo leen todo, a los forofos de la música, a los que sacan malas notas, a los que pintan, a los que bailan, a los que cambian de casa y a los que no tienen casa.
Saber atender a la diversidad es un pilar fundamental de la pedagogía.
Este es nuestro valor, profesionales y trabajadores de las bibliotecas públicas. ¡Bravo!
